Portugal en verde
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Lugar Lisboa
Foto: Felix Lourenzo Jardim da Estrela
Lugar Lisboa
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Portugal por... Condé Nast Traveler
Salvaje, como fue en un principio. Las reservas naturales lusas pueden presumir de conservar en sus dominios la esencia de la península ibérica y de las islas volcánicas del Atlántico intacta. Un viaje en el tiempo que nos traslada a un mundo en el que el hombre convivía con la naturaleza como de igual a igual. Desde sierras a litorales marinos, pasando por volcanes y picos y algún que otro jardín, diez paraísos donde el verdor está en el aire.
Parque natural do Alvão
Es un pequeño jardín comparado con otras reservas del país, pero los 70 kilómetros cuadrados del parque natural de Alvão regalan postales únicas que justifican su creación allá por 1983. Dos perfiles muy marcados dividen el parque por la mitad, con una zona montañosa, repleta de barrancos y desfiladeros, y otra hendida en sus valles, con bosques de abedules, encinas y breos. El río Olo dibuja su arteria principal, mientras reparte a su paso riachuelos y rápidos. Entre sus inquilinos: lobos, gatos monteses y halcones peregrinos, que son sólo un aperitivo para los enamorados de la fauna ibérica, que podrán espiar en su hábitat natural a las águilas reales, en peligro de extinción. El otro plato fuerte del parque son las cascadas, y las de Fisgas do Ermelo son las más célebres, con cristalinas lagunas en su nacimiento y un curso tan largo, que están consideradas como unas de las más extensas de Europa. Prepara tu incursión en él en Vila Real, donde se encuentra uno de los centros de información e interpretación del parque.
Parque natural del Duero Internacional
Compartido con España, el río Duero marca en su curso la frontera que divide la península ibérica. Sus aguas han tallado durante miles de años el perfil que ahora se gasta el Parque natural del Duero, con unas riberas que se extienden en la parte lusa entre Miranda do Douro y Barca d´Alva. La suma de los dos parques ibéricos dedicados al Duero conforman uno de los más extensos de Europa. Florestas endémicas de sabina, alcornocales, robles y encinas crecen en un camino donde las vides son las que mandan. Cuna de algunos de los mejores vinos portugueses, son muchos los circuitos vinícolas que pueden realizarse en él. En su interior, el parque arqueológico de Côa da cuenta de la presencia humana en la zona desde hace miles de años, con sus excepcionales grabados paleolíticos. Los orígenes de una tierra con historia.
Parque natural de la Sierra de la Sierra de la Estrella
La carta de presentación del Parque natural de la Sierra de la Estrella está salpicada de récords. La reserva, la más grande del país, delimita la sierra de más altura del Portugal continental, con el pico Torre como rey del paisaje con sus 1.995 metros; cuenta con el mayor porcentaje de precipitaciones de la zona y no es extraño ver la nieve en sus cotas más altas en pleno verano. Este clima extremo, heredero de un pasado glaciar, hace que su perfil esté cuajado de vida vegetal y animal, con especies endémicas que lo convierten en toda una encantadora rareza natural. No son pocas las rutas ideadas para descubrir sus secretos naturales, entre los que no debes perderte las Penhas da Saúde ni el Pozo del Infierno. Dentro de sus dominios no son pocas las poblaciones por las que debes dejarte caer, como las bonitas Guarda, Covilhã y Linhares.
Parque Natural de las Sierras de Aire y Candeeiros
Parece ser que esto ya era un parque hace millones de años, y así lo atestiguan las pisadas de dinosaurios que pueden verse y tocarse en los límites de la Sierra de Aire, un centenar de huellas que fueron descubiertas en 1994 y que llevan ahí 175 millones de años. Quizá las mejor conservadas del mundo. Hoy el yacimiento de Pedreira do Galinha es un monumento nacional, y uno de los grandes atractivos del Parque natural de las Sierras de Aire y Candeeiros. Pero son más los prodigios naturales que guarda este parque, con cientos de cuevas en la superficie y otras tantas en el subsuelo, formadas por la acción de corrientes subterráneas, puede que la mayor reserva de agua salada del país, en la piedra caliza, cuajando de estalactitas y estalagmitas cada una de ellas. Hasta veinticinco especies de orquídeas decoran el perfil del parque, transitado por toda clase de reptiles, aves, mamíferos e invertebrados.
Parque Natural de Sintra-Cascais
Un litoral salvaje y una extensa sierra son las dos caras que muestra el Parque natural de Sintra-Cascais, tan cercano a Lisboa que cuesta creer que la naturaleza siga intacta en este punto del mapa luso. Bosques de robles-cerquiños, de álamos o acacias, el verde lo cubre todo. Sobre la sierra se levanta la bonita Sintra, de la que Lord Byron aseguró que era el lugar más bello del mundo. Palacios y jardines se mezclan entre la vegetación y la niebla, en un paisaje casi mágico que cuaja de miradores el terreno: el palacio da Pena o el castelo dos Mouros, en un enclave declarado paisaje cultural por la UNESCO. Desde ellos las vistas en días claros se extienden hasta el litoral, donde los cabos Raso y Da Roca delimitan las lindes del parque. Playas kilométricas como la del Guincho, meca de windsurfistas, y acantilados donde el viento y el oleaje mandan, creando leyendas como las de la Boca del Infierno o la playa de la Ursa, son sólo algunos de los encantos de esta tierra, que invita a recorrer el parque sin prisas, en un circuito en el que el Atlántico es el único guía.
Jardines del Palácio Nacional de Queluz, Sintra
Ejemplo a seguir en el mismo momento de su creación, el jardín del Palácio Nacional de Queluz se valió de la sofisticación francesa y teatralidad italiana para crear el que puede ser uno de los jardines más bonitos del país. Dos fuentes monumentales, una dedicada a Tetis y la otra a Poseidón, centran la decoración escultórica del complejo, que estalla en decenas de figuras de mármol, un ejército de dioses y esfinges, ubicados en parterres y setos. La singularidad de Queluz radica en la combinación de estilos, en un trazado que recuerda la mano de Le Nôtre, artífice de los jardines de Versalles, y la simetría del Renacimiento italiano. El inconfundible sello portugués lo ponen los azulejos que decoran el gran estanque y algunos de los muros que limitan este paraíso verde. Plantas exóticas traídas de las colonias, laureles y limoneros ponen las notas olfativas en este jardín que vive pegado a artificiosos juegos de agua en los lugares más inesperados. A tiro de piedra de Lisboa, puede visitarse en una excursión de ida y vuelta, el perfecto antídoto al bullicio de la ciudad.
Jardines de Estrêla, Lisboa
Puedes encontrar parte del trópico en el corazón de Lisboa. Los jardines de Estrêla, justo en frente de la basílica del mismo nombre, cuentan con una gran variedad de plantas tropicales, maravillas naturales traídas desde los cuatro puntos cardinales del globo. En el siglo XIX, recién creado, se dice que en el camino de las estrellas había un pabellón chino, invernaderos y hasta un león enjaulado. En los meses de estío la música llena sus cuatro hectáreas, con grupos musicales en su gran quiosco de hierro forjado. Los lisboetas eligen sus senderos para desconectar del bullicio de la ciudad y tomar un delicioso café en uno de sus pintorescos cafés al borde del lago o disfrutar de un picnic a la sombra de alguno de sus árboles centenarios.
Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina
Sólo escuchar su nombre hace que la fantasía eche a volar. Pueblos pesqueros, una gastronomía de kilómetro cero y un paisaje arrebatador, el Alentejo se convierte en paraíso natural al suroeste cuando se abraza con la Costa Vicentina en un conjunto que regala uno de los mejores paisajes del litoral luso. El cabo de São Vicente reina en este circuito que une la ribera de São Torpes con la playa de Burgau. Unos 110 kilómetros de horizontes marinos casi salvajes, dunas, playas kilométricas y pequeñas calas -además de una isla, la de Passegueiro, y un arrecife de coral en Carrapateira- que roban el corazón con todo descaro. Fauna y flora acompañan en este despertar atlántico en uno de los puntos más occidentales del continente europeo. Déjate caer por los mercadillos de los pueblos que jalonan la costa, y si es en julio cuando decides recorrer este paraíso, no olvides pasarte por Sines para disfrutar de su Festival Musicas do Mundo.
Parque natural de Madeira
Los bosques de laurisilva hace que pienses que has vuelto al Terciario, con sus serpenteantes y rugosas formas. El parque natural de Madeira es en este sentido un auténtico túnel del tiempo. Más no sólo de laurisilva vive esta isla, llamada con razón el jardín flotante del Altlántico, sino que el parque aglutina siete reservas naturales que ocupan dos tercios de la isla y gran parte del resto del archipiélago. Rocha do Navio, el paisaje de Porto Santo, la Ponta de São Lorenço, el Pico Ruivo o las islas desertas, pobladas sólo por reptiles, o las salvajes se reparten a los amantes de lo verde, que llegan a Madeira en busca de naturaleza en estado puro. Y eso es precisamente lo que encuentran.
Viñedos de la isla de Pico, Azores
Durante siglos el hombre ha modificado el paisaje que se divisa en la isla de Pico, uno de los paraísos insulares de las Azores. Retirando la piedra volcánica y labrando el terreno hasta convertirlo en un campo cultivable, donde la uva ha crecido fuerte para convertirse en el vino Verdelho. El trabajo de frailes franciscanos y carmelitas erigió con vistas al mar y bajo la atenta mirada del volcán Pico, el techo de Portugal con 2.351 metros de altura, un laberinto inconexo de muros donde las vides quedan protegidas del viento y crecen dulces al calor del sol. Un paisaje caótico, pero inusualmente bello que la UNESCO ha declarado como Patrimonio de la Humanidad. Un entorno único en el mundo donde poder brindar mientras se pone el sol.