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Los mascarados son figuras fundamentales en las festividades populares de la región de Trás-os-Montes. No están asociadas exclusivamente a un evento, pero surgen a lo largo del año durante las manifestaciones más importantes, como la Navidad o el Carnaval.

En estos momentos, los chicos se disfrazan de mascarados o caretos y las chicas de “filandorra”, “madamas” o “mandogueiras”. Se cubren con ropa vieja o mantas de colores, se tapan la cara con una máscara de madera, corcho o cartón, se atan campanas a la cintura y en los pies e, irreconocibles, recorren las poblaciones bailando y gritando, presentándose en los acontecimientos locales.

Son manifestaciones de trasgresión a las normas, permitidas por el orden impuesto que, sólo en esa época, se puede quebrantar y criticar. Encarnan al diablo y la perversión y entran en todas partes, denunciando pecados y malas voluntades, con la excepción de las iglesias, espacios protegidos y sagrados por excelencia.

Así, la exuberancia de estas figuras caricaturescas dan la réplica a la moderación de los mayordomos, estos sí, responsables de la continuidad de las tradiciones y del mantenimiento del orden.