Centro de Portugal
En el interior, macizos montañosos y aldeas de granito y esquisto. Junto al mar, poblaciones pesqueras y playas cosmopolitas en las que los deportes náuticos marcan el ritmo de los días. Y en todas partes, el patrimonio milenario muestra con orgullo la historia de la región.
Algunos de estos lugares tienen tanta importancia para la humanidad que la UNESCO los incluyó en la lista de Patrimonio Mundial. Es el caso de los Monasterios de Alcobaça y de Batalha, del Convento de Cristo en Tomar y de la Universidad de Coímbra.
Pero hay otros con características únicas que merece la pena descubrir. Por ejemplo las Aldeas Históricas y los castillos que defendieron las fronteras de la nación. Las Aldeas de esquisto y las villas de casas blancas, como Óbidos, un tesoro entre murallas. Y las ciudades, en las que la modernidad se alía a la tradición, Coímbra con los estudiantes, Leiria, Aveiro entre la ría y el mar, y Viseu, Guarda y Castelo Branco, en las que en la arquitectura de piedra mantiene trazos de un antiguo pasado.
En las montañas destaca la sierra de la Estrella, la más alta de Portugal continental, con paisajes interminables y lagos glaciares. O las sierras de Lousã, Açor y Caramulo, en las que los senderos pedestres y ciclistas nos ofrecen caminos para descubrir la naturaleza. Pero aquí también podrá practicar la escalada, el rappel, el rafting o el piragüismo, como en el Geoparque Naturtejo, cuidado territorio en el que conviven varias especies de aves y animales.
Photo: Geoparque Naturtejo, Penha Garcia © ARPT Centro de Portugal
Las aguas cristalinas que brotan de los manantiales termales equilibran cuerpo y alma. ¡Y las playas! Fluviales enmarcadas por bosques o de mar abierto en el litoral atlántico, son garantía de frescura en los cálidos días de verano. Y también son spots muy conocidos entre los surfistas de todo el mundo, que en Peniche encuentra olas perfectas y, en Nazaré, incluso gigantes.
Photo: Praia do Norte, Nazaré
Para reconfortar el estómago hay sabores para todos los paladares. Quesos y embutidos, calderetas de pescado y cochinillo asado, o la miel y la repostería conventual. Los vinos de las regiones demarcadas elevan el espíritu con distinción. Son el producto de los sabores de estas gentes, auténticas y acogedoras, que reciben al visitante con lo mejor que tienen.