Golf
Jugar al golf en Portugal es una experiencia que permanece en la memoria de quienes la viven. ¿Por qué? Por los excelentes campos en escenarios espectaculares, por el clima suave todo el año y por la hospitalidad con la que se recibe a los golfistas.
Es difícil encontrar mejor destino para unas vacaciones de golf. Elegido por los World Golf Awards como el Mejor Destino de Golf en Europa durante seis años consecutivos, entre 2014 y 2019, y nuevamente en 2021 y 2023, así como el Mejor Destino de Golf del Mundo, entre 2014 y 2018, y nuevamente en 2023, Portugal ofrece una gran diversidad de campos con características adecuadas para los diferentes niveles de dificultad y de presupuesto disponibles.
Son más de noventa campos en todo el país, con distintos trazadas y grandes desafíos de golf, reconocidos por los profesionales más experimentados.
Photo: Quinta do Lago Sul, Algarve ©Shutterstock
Muchos de estos campos han sido diseñados por arquitectos famosos, como Robert Trent Jones Jr., Jack Nicklaus, Arthur Hills, Nick Faldo, Severiano Ballesteros, Henry Cotton, Rocky Roquemore o Arnold Palmer, responsable del galardonado Victoria Golf Course, en donde se celebra el Portugal Masters desde su primera edición en 2007. Todos tienen en común la calidad medioambiental y una perfecta integración en su medio natural.
Photo: Clube de Golfe Quinta da Marinha, Cascais, Lisboa
El Algarve y la costa de Lisboa son destinos muy famosos entre los jugadores más experimentados. Ambos recibieron premios internacionales en varias ocasiones. Y ambos son el escenario de las grandes pruebas de los circuitos profesionales, igual que los campos de Madeira. En las Azores también se puede jugar al golf en un ambiente rural. Pero fue en la región de Porto en donde empezó todo, ya que en Espinho se encuentra el segundo campo más antiguo de la Europa continental.
Photo: Clube de Golfe Santo da Serra, Madeira
El mayor desafío es evitar que la belleza y la luz de los paisajes circundantes no rompan la concentración en el juego. Tenemos greens con vistas al océano y rodeados de acantilados y dunas de arena blanca. Y otros enmarcados entre lagos y montañas en donde el olor de las flores y las hierbas se mezclan hasta resultar imposibles de distinguir.
Y aunque el juego sea muy reñido o más relajado, puede terminar a la mesa de un buen restaurante, para practicar un «deporte» en el que los portugueses destacamos: la convivencia.