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Esta exposición recorre la trayectoria del artista a lo largo de varios años, siguiendo una línea de reflexión sobre el proceso de la audición vibratoria, una forma de percibir los sonidos sin recurrir a la sensación auditiva. Se trata de una forma de percepción especialmente desarrollada por las personas sordas, aunque es accesible a prácticamente todos. Los trabajos más recientes de la exposición tienen como punto de partida una investigación con la Comunidad Sorda. El uso de frecuencias sonoras inaudibles, el infrasonido, es común a la gran mayoría de las obras, presentes en grabaciones realizadas, por ejemplo, en un glaciar de los Alpes. Aquí el artista celebra la hipersensibilidad con la que las personas sordas sienten el mundo del sonido, pero también apunta a un mundo que fácilmente ignoramos: un mundo donde los límites entre los cuerpos se disuelven; donde se desafían concepciones binarias como animado/inanimado, vida/muerte, naturaleza/tecnología; un mundo donde encontramos al otro a través de la resonancia; Un mundo abierto a la poesía vibratoria. La exposición se exhibe en la Capilla y Cocina de la Villa Serralves.