En lo alto de una meseta, Santarém es un mirador sobre la fértil región de la Llezíria, el valle del río Tajo conocido por la agricultura, por la cría de ganado y por la tauromaquia.

La ciudad formaba parte de las tierras de la Orden de Cristo, que apoyó financieramente los Descubrimientos de los portugueses, y creció mucho en esa época, como todavía hoy se puede apreciar en los monumentos, tan importantes para la historia del arte portugués.

El punto de encuentro para comenzar la visita a Santarém es, normalmente, el Jardim das Portas do Sol, la alcazaba del antiguo castillo que Don Alfonso Henríquez, primer rey de Portugal, tomó de sorpresa a los moros, en una escalada nocturna en 1147. Después de admirar el paisaje de este mirador natural, en el que se encuentra el Centro de Interpretación UrbiSacallabis, podemos ir a explorar la ciudad.

En dirección al centro histórico, nos encontraremos la Torre del Reloj, del siglo XIV, actualmente Núcleo Museológico del Tiempo. También se le llama Torre de las Calabazas, en honor a los objetos que se encuentran en la parte superior y que servían para propagar el sonido de las campanas que daban las horas, pero que también se dijo que representaban las cabezas huecas que la habían proyectado. Muy cerca queda la románica Iglesia de San Juan de Alporão, transformada en Núcleo Museológico de Arte y Arqueología, con una cabecera construida en estilo gótico, uno de los primeros ejemplos de la aplicación de este estilo arquitectónico en Portugal.

Comienza aquí el viaje por el gótico portugués, que evolucionó hacia la inspiración manuelina de la Iglesia de Nuestra Señora de Marvila, con un revestimiento de azulejos también destacado, de siglo XVII. En la Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, tenemos el gótico flamígero. En el interior, nos encontramos la tumba de Pedro Álvares Cabral, el descubridor de Brasil. Al lado, podemos visitar la Casa de Brasil, que perteneció a la familia de esta insigne figura de la historia portuguesa.


Photo: Igreja da Graça © José Manuel

Para completar este breve recorrido por el gótico portugués, dejaremos para más tarde el paso por la Iglesia de Santa Clara, muestra de la vertiente más sencilla y austera de este estilo, en consonancia con la orden religiosa de las Clarisas. En este lado de la ciudad, también pasaremos por la Iglesia del Santísimo Milagro, del siglo XVI, una de las más importantes para los habitantes de Santarém.

Deambulando por las calles en las que encontramos edificios de origen renacentista, llegamos a la Praça Sá da Bandeira, en la que vemos la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, actual sede catedralicia de Santarém, y a la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad. Muy cerca se encuentra el Convento de San Francisco, del siglo XIII, recientemente recuperado de su larga historia de destrucciones y reconstrucciones.

Además de ver sus monumentos, en Santarém podremos deleitarnos con su gastronomía. Al fin y al cabo nos encontramos en la capital del Ribatejo, formado por regiones ribereñas y fértiles que el río inunda regularmente. El Tajo es el alma de la región y, por eso, el pescado de río destaca en la cocina, con anguilas que se comen fritas o guisadas, sopas de sábalo (en primavera, cuando el pescado desova y es más sabroso) o, también, lamprea, que los entendidos consideran exquisita.

En esta zona de campiñas, en la que pasta el ganado salvaje, el cocido de carne es una de las especialidades, al igual que la sopa da pedra o las migas ribatejanas, una deliciosa mezcla de verduras y pan. Los dulces tampoco nos decepcionan, todos con muchos huevos y azúcar.

Evidentemente, todos estos manjares tienen un vino adecuado para acompañarlos. Almeirim, Cartaxo, Santarém, Chamusca y Coruche son los principales productores integrados en la Ruta del vino del Ribatejo.