A lo largo del Río Zêzere
El río Zêzere se abre camino entre sierras y montañas, perfumadas por una densa vegetación de pino bravo, creando paisajes deslumbrantes.
En estos escenarios idílicos se integran armoniosamente cinco aldeas de pizarra que le invitamos a visitar. Siguiendo el Zêzere de norte a sur, empiece por Barroca. Observe los antiguos molinos que se movían por la fuerza del agua y cruce el puente peatonal para admirar grabados dibujados en las rocas hace miles de años, seguramente por los antepasados de los actuales habitantes. Si le interesan estos temas, vaya a la Casa Grande donde está el Centro Dinamizador de las Aldeas de Pizarra y pida informaciones sobre la ruta del Arte Rupestre de Pinhal interior.
En Janeiro de Cima, oirá un sonido que, tal vez, no conozca. Son telares manipulados por manos expertas, que crean piezas de lino, en la Casa das Tecedeiras. Junto a la orilla del río, descanse en la Playa fluvial y fíjese en la barca de madera. Se trata de una réplica de la que antiguamente establecía la única conexión entre las dos orillas, llevando a las personas a la otra población que, por su localización, fue llamada Janeiro de Baixo. Aprecie la forma ingeniosa en la que se ha construido la acequia, excavada en la roca, aprovechando el minúsculo espacio natural.
Más adelante, el Zêzere es plácido y ya se siente la paz de la Albufeira de Cabril. Extendiéndose por la ladera que se asoma al río, Álvaro es una de las “aldeas blancas” de la red de Aldeas de Pizarra, denominadas así porque la piedra está escondida por el enfoscado. Visite el rico patrimonio religioso, herencia de las Órdenes Religiosas que aquí vivieron durante siglos, y no deje de saborear el delicioso “cabrito estonado”, una especialidad gastronómica de esta zona.
En Pedrógão Pequeno, el río se prolonga en el Embalse del Cabril, paraje privilegiado para el ocio. En Aldeia, también toda blanca, de arquitectura noble, hay monumentos para descubrir en un paseo que culmina en el antiguo puente Filipino, es decir, de nuevo entre las orillas del río Zêzere.
Del otro lado del río, Mosteiro queda en el fondo de un valle en la orilla derecha de Ribeira de Pena. El agua, antiguamente aprovechada por la población en los molinos y canales, hace las delicias de los que, en verano, acuden a su playa fluvial, bien encuadrada por el paisaje y que mantiene un carácter rural en el que no falta un antiguo lagar transformado en bar.
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