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Un paseo por Gerês

Parque Nacional da Peneda-Gerês
Lugar Gerês
Foto: Solares de Portugal
Foto: Solares de Portugal

Para no perderse
  • visitar el Centro de Educación Ambiental de Vidoeiro y recabar información en las puertas del parque
  • realizar alguno de los pequeños recorridos pedestres, que cuentan con señalización convencional sobre el terreno
  • observar la puesta de sol sobre la presa desde la Pousada da Caniçada

El Parque Nacional da Peneda-Gerês, en el extremo noroeste de Portugal, entre Alto Minho y Trás-os-Montes, es la única zona protegida portuguesa catalogada como parque nacional.

Es un mundo aparte en el que la actividad humana se integra de forma armoniosa en la naturaleza, conservando valores y tradiciones muy antiguos, patentes en las aldeas comunitarias de Pitões das Júnias y Tourém.

En la exuberante vegetación, que exhibe todos los tonos de verde, se incluyen un bosque de acebo, único en Portugal, y especies endémicas como el lirio de Gerês, que alegra los campos con sus tonos azul-violetas. Por las sierras de Peneda, Soajo, Amarela y Gerês, que forman el parque, discurren ríos y riachuelos que se precipitan en cascadas y que, después, se explayan en embalses. Los paisajes son deslumbrantes.

A veces se consigue divisar un corzo (símbolo del parque) o su depredador, el lobo ibérico. Más comunes son los garranos, pequeños caballos salvajes que trotan libremente por los montes. También se pueden encontrar bovinos de raza barrosã y perros de Castro Laboreiro, de pelo oscuro, que guardan los rebaños que, al ritmo de las estaciones, se desplazan entre las brandas y las inverneiras. Son aldeas y zonas de la sierra relacionadas con la antigua trashumancia, hacia las que en la actualidad apenas se conduce el ganado: valles y altitudes bajas en invierno, y lugares más altos en verano, según el pasto existente.

En un recorrido por el parque, Soajo, con su antiguo conjunto de hórreos de piedra para guardar el cereal, puede ser el punto de partida desde el oeste. También podemos ver hórreos en Lindoso, donde merece la pena subir al castillo que se asoma al valle del río Lima. Un poco más al norte, podemos acercarnos hasta la aldea de Castro Laboreiro, en la que se crían los perros pastores de la región.

La sierra más al sur es la de Gerês y su puerta de entrada al parque, en Campo do Gerês, es la que queda más cerca de Braga. En esta sierra se encuentran los embalses de las presas de Caniçada y de Vilarinho das Furnas, lugares de gran belleza. La presa de Vilarinho anegó la población que le dio nombre y su acervo se encuentra actualmente en el Museo Etnográfico de Terras de Bouro. En los alrededores de esta localidad, los santuarios de San Benito de la Puerta Abierta y de la Señora de la Abadía son el destino de grandes romerías y peregrinaciones.

Saliendo de Campo do Gerês a pie puede dejar el coche a la entrada de Mata da Albergaria y seguir el río hasta Portela do Homem. De vuelta, podemos descansar en las termas de Caldas do Gerês. Otra apuesta segura es seguir el trazado bien conservado de la geira romana, con marcos miliares de casi dos mil años de antigüedad.

El río Cávado, que delimita el parque por el este, indica el camino hasta la presa de Paradela. Un paseo a caballo o un baño en el río nos invitan a relajarnos. Si le gustan los paseos a pie, no se pierda la visita a Pitões das Júnias, una aldea en la que aún se conservan antiguas costumbres comunitarias. Se encuentra al final de la carretera y desde aquí hay que seguir a pie. Pero el paseo merece la pena, por las cascadas y pequeños ríos que se cruzan por el camino, o por las sorprendentes ruinas de un antiguo monasterio que surgen en mitad del paisaje.

En resumen, no faltan en el parque oportunidades para gastar energía, porque también cuenta con condiciones para practicar actividades como el barranquismo o el piragüismo. Pero hay más. La diversidad y la abundancia de flora y fauna locales ofrecen un contacto con la naturaleza único y cualquiera que sea la opción escogida, es probable que castillos medievales, monasterios y aldeas tradicionales formen parte del paisaje, siempre de una belleza natural incomparable.


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