Un vino con nombre de isla y una isla con nombre de vino.

Reconocida en todo el mundo como un destino turístico por excelencia, la notoriedad de la Isla de Madeira se debe también al vino que lleva su nombre y que ha obtenido fama y prestigio en los más variados lugares del mundo.

Apreciado en todo el mundo, este néctar es uno de los ex-libris de la Isla de Madeira. Escogido para celebrar la Independencia de EE.UU., en 1776, elogiado por Shakespeare, apreciado por reyes, príncipes, generales y exploradores, el vino de Madeira es, sin lugar a dudas, un verdadero tesoro.

Entre las castas autorizadas para el vino Madeira, las más tradicionales son Sercial, Boal, Verdelho y Malvasia. Entre los secos, se destaca el Sercial, ideal como aperitivo, ligero, muy perfumado y de color claro. El Verdelho - medio seco, delicado, muy perfumado y de color dorado - es el más adecuado para acompañar comidas. Medio dulce, suave, noble, aterciopelado y de color dorado oscuro, Boal es el más recomendado para asados y postres. Entre comidas o en el postre son pocos los que resisten al Malvasía. Representa el vino dulce, lleno de perfume intenso y color rojo.

El paisaje vitícola, profundamente enraizado en la isla, posee una paleta de colores que se transforman a lo largo del año, desde las diferentes tonalidades de verde hasta los castaños-rojizos. La construcción de los bancales, sostenidos por paredes de piedra, recuerda a las escaleras que, en algunas partes de la Isla, van desde el mar a la sierra, pareciendo pequeños jardines embutidos en el paisaje.



En septiembre tienen lugar las vendimias en las que todos podemos participar. Es cuando se celebra la Fiesta del Vino de Madeira, un homenaje a este producto ancestral y reconocido más allá de nuestras fronteras.