Portugal por... Condé Nast Traveler

Un defecto imperdonable del viajero es dar por sentado que la magia solo se esconde en los lugares más remotos. No es exagerado afirmar que Portugal es uno de los destinos más maravillosos del mundo y tenemos la suerte de tenerlo a tiro de coche.

Por esa razón, para que no haya excusas, te proponemos varias rutas por carretera para que te montes tu propia road trip lusa. Solo hay una condición: no tener prisa y no dudar nunca en desviarte de la ruta señalada. Incluso de estas que a continuación te proponemos.

Valença- Braga- Guimaraes Guimarães- Oporto
La frontera hispano portuguesa ha atravesado por todas las fases de vecindad posibles: guerras territoriales, contrabando, y por último, civilizado intercambio de viajeros y turistas. Una de las puertas de entrada tradicionales a Portugal desde España (si es que se puede elegir un solo punto en una frontera de más de 2.000 kilómetros) es Valença do Minho, en el límite con Galicia. Sobre esta hermosa ciudad pesa la fama de ser un gran bazar de toallas para turistas, pero lo cierto es que posee un casco viejo delicadísimo y desde sus estratégicas murallas se obtiene una fabulosa vista  del río Miño y la orilla española. Desde allí se sigue camino hasta Braga, una ciudad coqueta de febril vida callejera que cuenta con una de las poblaciones más jóvenes del país. Muy cerca de la ciudad se encuentra el santuario de Bom Jesus, con sus zigzagueantes escaleras barrocas cuya visión crea un efecto de escalera infinita de cuadro de Escher. Desde Braga seguimos por la N101 hasta Guimaraes, sin discusión, uno de los cascos antiguos más monumentales  de Portugal. Ponemos rumbo a la costa hasta la tranquila Vila do Conde, con su fortaleza construida para repelar piratas y el todavía pintoresco barrio marinero. Desde ahí seguimos por la costa en dirección a Oporto, posiblemente la última joya olvidada de Europa.

Guarda-Coimbra-Lisboa
Entramos a Portugal por la N620 desde la provincia de Salamanca, atravesando una de las regiones más montañosas e históricamente más fortificadas, como nos demuestran los restos de los castillos de Castelo Bom y Castelo Mendo. Pasada la ciudad de Guarda, la carretera N16 se adentra en el Parque natural de Serra da Estrela. Las ruinas del castillo de Celorico da Beira son una atalaya privilegiada para admirar el paisaje de la sierra y el valle del Mondego. En el kilómetro 157, tras tomar un pequeño desvío por la A25, llegamos a Viseu, un lugar ideal para pasear sin prisas y degustar los quesos de la comarca. En el kilómetro 220 aparece el bosque de Buçaco, que bien podría llamarse selva tropical, que produce esa impresión de capricho exuberante y de fantasía que poseen los jardines botánicos con especies de todo el mundo. Seguimos dirección a Coimbra, la ciudad universitaria por excelencia de Portugal, en donde el viajero sentirá, indefectiblemente, un escalofrío de nostalgia estudiantil. La mejor medicina es asistir a una velada de fado de Coimbra, el más famoso, junto con el de Lisboa, que está clasificado Patrimonio de la Humanidad por Unesco. Desde Coimbra ponemos rumbo hacia la capital portuguesa, siguiendo una ruta jalonada por recuerdos de batallas míticas como Aljubarrota. Tras llegar a Lisboa podemos seguir hasta Sintra y encontrar caprichos arquitectónicos de cuento de hadas como el Palacio Nacional de la Peña, en Sintra.

El Tajo
Los romanos construyeron una calzada romana para comunicar Emerita Augusta con la costa atlántica, y generaciones posteriores le pusieron asfalto encima y la rebautizaron como N246 y N118. Esa es la ruta que seguiremos para entrar a Portugal desde la provincia de Cáceres, siguiendo el curso del Tajo, para desembocar en Lisboa. Por el camino, castillos de Marvão,  Belver o Almourol, el acueducto dos Pegões, Tomar (con el Convento de Cristo, Patrimonio de UNESCO), la Reserva Natural do Paul do Boquilobo o el privilegiado mirado natural sobre el Tajo desde Santarém.

Estremoz-Evora- Sines
El suave paisaje ondulado de la dehesa extremeña, con sus colinas de alcornoques y olivos se adentra imperceptiblemente en la región portuguesa del Alentejo sin atender a fronteras geográficas. Entrando por la A6 desde Badajoz, llegamos a  Évora, la que fuera el centro artístico y cultural del país en los siglos XV y XVI y que hoy conserva un casco antiguo Patrimonio de la Humanidad, laberíntico y monumental, para combinar un paseo de calles estrechas y fachadas góticas, casas blancas y ruinas romanas. El único problema de Évora es la tentación de quedarse aquí y no seguir camino. Pero hay que seguir, perdiéndose por carreteras secundarias, para saborear los pueblos tranquilos del Alentejo, de arquitectura blanca, vida pausada, y café sin prisa: rincones como la aldea amurallada de Evoramonte, a donde se llega tomando un pequeño desvío desde la A6, o Santa Susana, con sus calle geométricas de casas blancas subrayadas con un friso azul. El final del viaje son las playas salvajes del Alentejo, con los acantilados al sur de Sines y las playas kilométricas de Almograve.

De Barlavento a la costa Vicentina (Algarve)
Sostiene el tópico que la costa  sur del Algarve es mucho más turística que la costa vicentina que se extiende dirección norte desde Cabo San Vicente hasta el Alentejo. Sin embargo, es necesario conocer ambos litorales, cada uno con sus diferentes encantos, y, mejor aún, experimentar la suave transición entre los sofisticados hoteles boutique de Barlavento al chiringuito de la playa de Amoreira, a través de la Sierra de Monchique, con sus balnearios de hierro forjado, colores pasteles y palmeras de ultramar. Una opción es, después de un homenaje de sardinas en Portimao, tomar la N124 y la sinuosa N266 dirección Monchique. Desde aquí, la N267 pone rumbo a la costa Vicentina a la altura de Aljezur. Desde aquí, solo hay una disyuntiva: disfrutar la costa salvaje que se extiende hacia el norte, dirección Odeceixe (donde, con un poco de suerte entablarás conversación con el dueño del molino) o dirección sur hacia el Cabo San Vicente, el rincón donde se fabrican todos los vientos de Europa.

De Lisboa al Sur
Después de unos días en Lisboa, el viajero siente la tentación de viajar al sur siguiendo la costa Atlántica, en busca de las playas de Alentejo y Algarve, pero deteniéndose perezosamente por el camino. Abandonamos Lisboa y nos dirigimos a Setubal, con un pequeño desvío por la N379, hacia el puerto pesquero de Sesimbra. Desde Setubal nos adentramos en la Reserva Natural do Estuário do Sado siguiendo la llamada península de Troia, un arenal-marisma de 17 kilómetros. La N253 nos conduce al final de la península, rematada por el diminuto pueblo blando de Comporta, deliciosamente desordenado a orillas de la marisma. Desde aquí seguimos por la IP8 hacia Grandola, una ciudad discreta que, sin embargo, ocupa un lugar importantísimo en la memoria sentimental de los portugueses gracias a la canción Grandola Vila Morena, que fue utilizada como contraseña radiada de la revolución de los Claveles de 1974. La  N261-2 nos introduce en el Bajo Alentejo por paisajes de sierra y bosques que descienden suavemente hasta la costa en Melides. Desde aquí, siempre rumbo al sur, el viajero se adentra en las playas salvajes de Alentejo y Algarve.

La frontera del Guadiana
A un lado, Alcoutim; al otro, Sanlúcar del Guadiana. En medio, el viajero en un barco, atrapado entre dos usos horarios, rodeado de un paisaje de monte bajo y hermosas casas blancas con embarcadero propio. Hacemos un paréntesis de la road trip navegando hacia la desembocadura del Guadiana hasta Vila Real de Santo Antonio, en la frontera entre Huelva y el Algarve. Cambiamos barco por coche y nos adentramos por el Parque Natural de Ria Formosa, por el Sotavento algarviano, con sus aguas poco profundas, cálidas y resguardas de mar abierto, rematadas por fuertes almenados convertidos en hoteles, pueblos postales como Cabanas, animados puertos pesqueros como Olhao y playas kilométricas.