El archipiélago de Madeira es sinónimo de elegancia y sofisticación, lugar ideal para un viaje repleto de romanticismo.
En Funchal, maravíllese con el colorido del “Mercado dos Lavradores”, donde flores, verduras y los trajes típicos de las vendedoras forman un mosaico lleno de vida. A pocos pasos de distancia, suba al Monte en el teleférico para, en pareja, contemplar la bahía, con los yates que flotan en toda su extensión y le dan color. Ya en la cima, siga su tranquilo paseo por el soberbio Jardín Tropical Monte Palace.
En pleno Parque Natural de Madeira, en Ribeiro Frio, es el momento de hacer una pausa y almorzar en buena compañía, rodeados del exuberante paisaje del bosque laurisilva, que los descubridores de la isla encontraron aquí hace más de cinco siglos.
Antes o después, suba al Pico de Areeiro. En el tercer punto más alto de la isla, a 1818m de altitud, deléitese sobre las nubes con una vista espectacular, justo en el corazón de Madeira.
Regrese a Funchal para contemplar una nueva vista panorámica, en esta ocasión, dando un paseo en helicóptero. O para ver como el sol tiñe la isla Madeira de varios tonos de naranja, en una excursión en barco al atardecer. Duerma en una antigua finca de veraneo adaptada al turismo, el ambiente perfecto para vivir una gran pasión.
El archipiélago de Madeira es sinónimo de elegancia y sofisticación, lugar ideal para un viaje repleto de romanticismo.
En Funchal, maravíllese con el colorido del “Mercado dos Lavradores”, donde flores, verduras y los trajes típicos de las vendedoras forman un mosaico lleno de vida. A pocos pasos de distancia, suba al Monte en el teleférico para, en pareja, contemplar la bahía, con los yates que flotan en toda su extensión y le dan color. Ya en la cima, siga su tranquilo paseo por el soberbio Jardín Tropical Monte Palace.
En pleno Parque Natural de Madeira, en Ribeiro Frio, es el momento de hacer una pausa y almorzar en buena compañía, rodeados del exuberante paisaje del bosque laurisilva, que los descubridores de la isla encontraron aquí hace más de cinco siglos.
Antes o después, suba al Pico de Areeiro. En el tercer punto más alto de la isla, a 1818m de altitud, deléitese sobre las nubes con una vista espectacular, justo en el corazón de Madeira.
Regrese a Funchal para contemplar una nueva vista panorámica, en esta ocasión, dando un paseo en helicóptero. O para ver como el sol tiñe la isla Madeira de varios tonos de naranja, en una excursión en barco al atardecer. Duerma en una antigua finca de veraneo adaptada al turismo, el ambiente perfecto para vivir una gran pasión.
La mejor sugerencia para el segundo día es un mini-crucero a Porto Santo, para un momento especial. En este refugio atlántico, camine por la playa de arenas doradas y descubra el carácter único de la isla. Aproveche el paraíso de tranquilidad y paz para pasar una mañana tonificante al disfrutar de un programa de relax en la Clínica de Talasoterapia.
En Calheta, la vista sobre la playa es un excelente escenario para almorzar y brindar por los buenos momentos vividos juntos. Parta al descubrimiento de Porto Santo, yendo hasta la punta oeste de esta pequeña isla y subiendo al Mirador de las Flores. Finalice estos días de ensueño con otra perspectiva de Madeira, flotando a lo lejos como un jardín en pleno mar.